1631: PRIMERA REFENCIA HISTÓRICA DOCUMENTAL DE NUESTRA ACTUAL ARCHICOFRADÍA.
Ahora, más que nunca, la verdadera historia de un pueblo, institución y/o persona particular debe buscarse en los antiguos documentos manuscritos e impresos conservados en los distintos archivos que se reparten por nuestro extenso territorio. En efecto, la limitada vida de la imagen fotográfica -activa para el pueblo desde finales del siglo XIX- y la comúnmente distorsionada tradición oral que se transmite de generación en generación, han provocado que toda investigación histórica de cierta seriedad necesite de unos datos contrastados y ratificados de antemano, y ¡cómo no! de unos especialistas en el tema que acometan y traten el asunto con todo el rigor posible. Y esto es así, porque a decir verdad no todos estamos preparados para enfrentarnos a una búsqueda de tal calibre. Por tanto, ante un documento manuscrito de la Edad Moderna el investigador debe tener los oportunos conocimientos de paleografía a la hora de leer y transcribir el texto, una buena dosis de suerte y paciencia para encontrar la información deseada y, lo que es más importante, una adecuada formación histórica teórico-práctica que le permita comprender e interpretar lo que allí se expone, en relación con la trayectoria de todo organismo y la situación y mentalidad social del momento.
Viene siendo habitual que algunos de los miembros pertenecientes a las instituciones religiosas de la Semana Santa andaluza se hayan decantado por publicar hipótesis personales sobre el origen de su hermandad, estando faltos de una base teórica documentada y aceptando una serie de leyendas populares de escasa credibilidad. Ni que decir tiene que gran parte de estas opiniones carecen de fundamento alguno y no han hecho más que confundir al conjunto de interesados ante la grave ausencia de datos concretos y el desconocimiento generalizado que ha padecido este círculo social hasta fechas muy recientes. Por suerte, estas teorías son hoy día rebatidas por una nueva generación de investigadores con una alta preparación académica, los cuales no han dudado un ápice en analizar y estudiar las distintas fuentes documentales con la pretensión bien clara de extraer conclusiones históricas satisfactorias. En cualquier caso, el hecho de que estos trabajos se hayan ejecutado con propiedad científica no quiere decir que no puedan ser perfeccionados, rectificados o complementados con nuevos descubrimientos.
En tal tesitura, pueden encuadrarse los primeros pasos corporativos de la antigua hermandad del Dulce Nombre de Jesús de la ciudad de Álora. Asentada sobre los pilares evangélicos de la Circuncisión de Cristo y la mística trascendental expuesta por autores como San Buenaventura, la fiesta del Dulce Nombre de Jesús arraigó con fuerza en esta población sobre todo a partir de la celebración promovida en Sevilla hacia 1513 por el obispo de Málaga Pedro Díaz de Toledo y la aprobación que hizo el pontífice Clemente VII por medio del breve de 25 de febrero de 1530 1. Probablemente esta intensa devoción del pueblo de Álora a la mencionada festividad favoreció tiempo después la fundación y organización institucional de su correspondiente hermandad, de la misma manera que la edificación de una capilla propia en la antigua parroquia de Santa María de la Encarnación popularmente conocida con el sobrenombre de iglesia “de las Torres”. Como solía ser común en otras poblaciones andaluzas, la devoción al Dulce Nombre de Jesús materializada en la erección de hermandades de tan significativo título tomó una especial relevancia con el transcurrir de los años al adaptarse a las nuevas necesidades del fervor popular que condujo a su transformación en hermandades de penitencia, originándose entonces la mayoría de las cofradías dedicadas a Jesús Nazareno.
A este respecto, se observan una serie de incorrecciones que pueden alterar sustancialmente la memoria histórica. Por una parte, la actual capilla del Nazareno de las Torres es fruto evidente de los desastres producidos por el terremoto de 1680, cuando se desplomó gran parte del templo y únicamente quedó en pie la zona del presbiterio. Utilizada desde entonces por la hermandad, la cabecera de la iglesia responde formal y estilísticamente a los cánones constructivos de la arquitectura gótico-isabelina de finales del siglo XV y principios del XVI, y no mantiene ningún resto de edificación musulmana como aseveran por escrito distintos autores. Sin embargo, este hecho no excluye que la fábrica se levantase sobre los cimientos de la antigua mezquita, aprovechando ese carácter simbólico que exponía la supremacía de una religión sobre la anterior y beneficiándose de un espacio que se consideraba sagrado desde el asentamiento de las culturas más primitivas. Además, es poco factible que el altar mayor de la iglesia –dedicado a la advocación central del conjunto religioso- estuviera reservado desde un principio a la imagen del Nazareno, pues éste se establecería en una capilla colateral hasta el traslado definitivo del templo en que se tomaría la parte de la edificación que restaba aun en pie. Esta cuestión concuerda claramente con las fechas de creación de la hermandad y escultura del Nazareno de las Torres. De acuerdo con la lógica histórica, los datos manuscritos conservados y las particularidades estéticas observadas en las fotografías de la antigua escultura, puede llegar a concluirse que la reorganización corporativa y la hechura de la talla se encuadran dentro de la primera mitad del siglo XVIII.
Hasta el momento no ha sido posible encontrar la fecha fundacional de la hermandad del Dulce Nombre de Jesús, como hemos referido germen original de la de Nuestro Padre Jesús de las Torres. La referencia primera aportada en los inicios de este archivo histórico, documentada según los apuntes históricos de Álora de la Hojita Parroquial del primer cuarto del siglo XX, es el día 18 de junio de 1641 cuando Andrés Sánchez Navarro prescribía en su testamento y última voluntad que durante el sepelio acompañasen su cadáver las cofradías del Dulce Nombre de Jesús, del Santísimo, la Santa Vera Cruz, Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de la Cabeza, Nuestra Señora Santa Ana, Apostolado y demás de las que era hermano 2.
Esta referencia provoca la celebración del 350 aniversario del culto al Dulce Nombre de Jesús en el año 1991, de sublimes recuerdos para todos los que la vivimos. Estas efemérides se alteraron posteriormente con el descubrimiento de un documento manuscrito conservado en el archivo de la Catedral de Málaga. Sin ser una fecha definitiva y concluyente el informe encontrado retrotrae la existencia de la hermandad hasta 1631. A través de un escrito dirigido al cabildo catedralicio, los hermanos mayores de las hermandades del Dulce Nombre de Jesús –Cristóbal Sánchez Armijo y Juan de la Cruz del Pozo- y la de la mártir Santa Lucía –Gabriel González y Antón Ruiz de Padilla- expusieron una queja formal al máximo organismo religioso de la provincia, mediante la cual hacían patente su descontento ante la última actuación de los religiosos del monasterio franciscano de Nuestra Señora de Flores.
Las dos hermandades de la iglesia mayor tenían por costumbre y obligación de sus estatutos el celebrar misa con sermón en fiestas cuaresmales como la del patriarca San José, en marzo, y el Descendimiento de la Cruz y Entierro de Cristo en la tarde del Viernes Santo 3. La polémica radicaba precisamente en que las hermandades querían disponer de libertad para escoger a los predicadores, oponiéndose a la medida los religiosos franciscanos que se acogían a su derecho de exclusividad en todas las predicaciones cuaresmales de la parroquia: Los quales [sic] sermones es nuestra devoción encomendarlos a los predicadores que mejores nos parecen aunque sea trayéndolos de fuera de esta villa por lo qual los padres descalsos de San Francisco que tienen el convento en esta dicha villa y juntamente el púlpito las quaresmales no quieren consentir que otros predicadores prediquen durante la quaresma siendo verdad que no tienen rasón porque estos sermones no son quadragesimales sino voluntarios de las dichas hermandades las quales buscan otros predicadores por no ser a gusto el que estos padres dan siempre a este lugar 4. Ante la incipiente súplica de ambas hermandades, la autoridad competente facilitó la autorización y licencia pertinente para que encomendasen los sermones a cualquier predicador sin que los referidos frailes pudiesen presentar contradicción alguna.
Primitiva imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno de las Torres
Igualmente el 22 de junio de 1632 nos consta que el artesano Pedro Fernández del Villar según la escribanía de Diego de Salinas 5, aporta una nueva y específica referencia a la Cofradía del Dulce Nombre para la que el artista había comprometido el trabajo de unas andas no entregadas y que según el Padre Llordén se debe al fallecimiento de su primera esposa, Melchora de Valderrama que debió ocurrir entre 1629- 1632. “Ya antes (22 de Junio de 1.632) dice el protocolo, se había comprometido a dorar y pintar unas andas para la Villa de Álora, que en esta fecha tenía concluidas pero no entregadas. Por el retraso de la entrega, aún sin culpa suya- lo que hace suponer que se encontraba sumido en otros problemas y preocupaciones- compareció ante el, Alonso de Martos, hermano de la Cofradía del Dulce Nombre de la Villa”.
En definitiva, puede decirse que la Historia es una ciencia en constante evolución que no deja de sorprendernos con curiosos y, a veces, asombrosos datos a pesar de que el conocimiento de ésta es cada vez más completo. Esperemos que este nuevo hallazgo sirva para completar las grandes lagunas que existen sobre la referida institución y abra nuevos caminos y vías de indagación de cara a investigaciones futuras.
1 Bootello Miralles, R. A.: Historia de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de las Torres, Álora, Hermandad de Nuestro Padre Jesús, 1991, pp. 11-12.
2 Ibidem, p. 18.
3 Archivo de la Catedral de Málaga, leg. 557, nº 7, 1631, La Congregación del Dulce Nombre de Jesús de Álora.
4 Ibidem.
5 Escribanía de Diego de Salinas 1632. Archivo Histórico Provincial.
6 Investigación documental aportada por los colaboradores de la Revista Nazareno de las Torres don José Morales y don Sergio Ramírez
1612: ORIGEN DE LA VENERACIÓN DEL SANTO EN SEPULCRO EN ÁLORA
Conocemos que, durante la reconquista de Málaga, en el campamento de la reina Isabel y su séquito, asentado en lo que hoy es el santuario de la Victoria, se acumulaban imágenes, ornamentos y objetos varios de culto cuyo destino eran las iglesias que se iban creando. Delante de esa tienda, en el alfaneque, la Virgen de los Reyes presidía una tienda rectangular que hacía de capilla. Guerra que empezó siendo una cuestión entre Al-andalus y Castilla para implicar directamente a la Corona de Aragón, viéndose ampliados los ejércitos con la recluta de miles de peones convocado por las Juntas de Hermandad en 1483 en Pinto y en Orgaz en 1484, la incorporación de las levas procedentes del norte, sobre todo de asturianos y vascongados, hasta hacer prender el espíritu de cruzada por toda la Europa occidental a raíz de la publicación de la Bula de Cruzada por Inocencio VIII que hace fluir en este ejercito principalmente, a ingleses y franceses.
En el asedio de Álora, en 1484, se bautizó en plena campaña, ante que los cristianos poseyeran la Villa, un infante que dio a luz una de las tantas mujeres que seguían a los combatientes que, como se recoge en las ACCM, leg. 327, iban tras ese ejercito no como rameras, prostitutas ni alcahuetas sino acompañando a sus familiares por la sencilla razón de que así nadie pueda tener ocasión de obrar desordenadamente o con maldad. Aquí en Álora no se entregó la imagen que luego seria denominada Virgen de Flores pues se le prometió a la Villa y fue encargada su talla en Sevilla desde donde se trajo en 1502.
Desconocemos si aquí dejaron imágenes cuando se consagra la Mezquita Mayor y se establece la primera parroquia de la Encarnación porque, al incorporarse Málaga a la Corona de Castilla, recibe la Virgen de los Reyes para Santa María de la Encarnación como se entituló la catedral, otra imagen de la Virgen para el Convento Real de la Victoria y un Cristo de la Columna para el convento de la Trinidad.
No hace tanto que con la incuria y el torbellino del fanatismo, Álora perdió la imagen de San Sebastián, una de las mas antigua que aquí se conservaba, que con el tiempo había pasado desde la primitiva parroquia de Las Torres al Hospital que dio nombre y regía la Hermandad de la Santa Caridad, hasta permanecer, primero en el retablo del altar mayor de la Encarnación actual y mas tarde, en un estado deplorable, a pie de altar entre los escombros del templo según recoge la fotografía de Temboury realizada en 1937. Quien sabe si al sanearse estos escombros los restos sagrados fueron sepultados entre los enterramientos de las criptas de la parroquia y hoy se encuentre en algunos, pues 1937 no se destruían imágenes por muy deterioradas que hubiesen quedado tras la contienda.
Posiblemente Pedro de Moros, que en 1561 estaba casado con Isabel Navarro vecina de Álora y vivió en la calle Bermejo fuese el autor de algunas de las imágenes que perduraron aquí durante siglos, aunque ya no se conserven.
Procesión de Pasión muy antigua en Álora era, junto al Santo Entierro, la del Dulce Nombre de Jesús que, como escribe Pepe Morales, se recoge en la Escribanía de Diego Salina de 1632 cuando Pedro Fernández del Villar se declara autor de unas andas para esta cofradía. Antonio Bootello Morales había escrito que el documento más antiguo que el había encontrado sobre la cofradía de Dulce Nombre se refiere al año 1641 si bien el culto es muy anterior pues sabemos que en los Protocolos de Escribano Alonso de Valencia se otorgo testamento ante Cristóbal López Chamizo fundando una memoria para la fiesta de Dulce Nombre. Hay otras muchas cofradías de aquella época pero no son de Pasión, como la del Rosario, a quien le hace Juan Cornejo una andas en 1591.
En Álora en esa época se va introduciendo el elemento renacentista representativa de unos vencedores cristianos, estilo que se impuso en unas tierras sin tradición después de haber permanecido en plena zona musulmana.
Pero lo que más me ha llamado la atención es el silencio sobre la temática del Santo Sepulcro, escultura fundamental en la emotiva Piedad popular durante un periodo comprendido desde la restauración de la primitiva parroquia de Las Torres hasta el año 1936. La existencia de esta cofradía durante cuatro siglos y su titular en la versión escenográfica barroca a sido un enigma que me propuse investigar pues ningún escritor se ocupa de esta imagen cuando hace historia de las antiguas de Álora o al menos, yo lo desconozco. Me he afanado en indagar los antecedentes del Sepulcro y me asombra la escasa dedicación prestada a los orígenes de esa imagen u otra anterior similar que posiblemente fuese una de entre las mas antiguas hermandades de Pasión que se ha procesionado en Álora.
Aquí salía hasta la Guerra Civil la imagen de un Cristo Yacente dentro de una urna de cristal entre cuatro ángeles que ocupaban cada uno de los extremos del trono, llevando en sus manos los atributos de la Crucifixión, corona, clavos, etc.,que según unos estaba colocada en la parroquia entre los altares de la Virgen de Carmen y La Sagrada Familia.Antonio Ruiz Pérez me comentaba que él no lo recordaba en ese lugar aunque sí cuando se exponía a la veneración de los fieles desde Jueves Santo hasta la salida de la procesión del Santo Entierro el Viernes, entre el altar de San Antonio, hoy de San Francisco, y el cancel de la puerta que da a calle Bermejo. No tiene pues mucha consistencia que fuese el primer sitio el lugar de su ubicación. Los enseres del Santo Entierro se guardaban en la habitación que hay entre la puerta principal de la iglesia y el altar de La Sagrada Familia y lo custodiaba la Marquesa de Sotomayor. La imagen de este Cristo era una talla reducida y describiéndomelo Ruiz Pérez, me señalaba la mesa de su despacho en los Mártires diciéndome que podría tener esa longitud.
El padre Andrés Llorden relata que el escultor Salvador Rodríguez concertó que el 15 de marzo de 1612 con el vecino de Álora Francisco García un Cristo Crucificado por un valor de 270 reales de forma que con el se pudiese hacer el descendimiento de la Cruz, debiendo tener siete cuarta de alto. ¿Sirvió esa imagen, una vez desarticulada, para ser procesionada en el Santo Entierro?. Porque en esa fecha lo que hubo en Álora y documentalmente se demuestra como una de las procesiones de pasión más antigua que recorría nuestras calles fue el Santo Entierro. Me baso en el testamento que María Bootello Moyano hizo ante Pedro Moreno del Río de, entre las donaciones que va relatando en el mismo, unas almohadas de hilo al Santo Sepulcro que sale en la Semana Santa. Maria Bootello murió en 1681 a los 74 años.
Los imagineros de ayer y de hoy representan las imágenes de la facies hipocráticas con la imagen de los signos postmorten como expresión real de la rigidez cadavérica. El Santo entierro con su Cristo Yacente da sentido a la exaltación religiosa de la Resurrección, el acontecimiento central de toda la Historia, como dijo Bossuet.
Felipe García Sánchez